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If you long for life, culture and especially the truth, I must let you into a secret; you need to look no further because you have found me, Alberto!
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miércoles, 3 de julio de 2013

PÉRDIDA DE AUTONOMÍA

Este parece ser el temor más generalizado entrase los pacientes que solicitan asistencia al sucidio en el Estado de Washington. En un reciente artículo de Aceprensa, podemos leer algunos datos publicados por el Departamento de Salud del estado de Washington, sobre las muertes por suicidio asistido ocurridas en 2012 bajo la Ley de Muerte Digna, en vigor desde 2009.

Esta ley permite suministrar una dosis letal de ciertos medicamentos al paciente que lo pida, siempre que se cumplan algunos requisitos: que el enfermo esté en fase terminal (con una expectativa de vida inferior a seis meses), que sea mayor de 18 años y residente en Washington, que haya expresado oralmente –dos veces– y por escrito su deseo de morir, que al menos dos médicos comprueben el diagnóstico de la enfermedad y declaren al paciente mentalmente competente y libre de coacción, que se respeten ciertos periodos de espera, y que se informe al paciente de otras alternativas, entre ellas los cuidados paliativos.

Los motivos más citados por los que pidieron la eutanasia tienen que ver con la pérdida de autonomía y solo un tercio aduce el no poder controlar el dolor. El informe del Departamento de Salud no da cuenta de cuántos de los 121 enfermos prescritos han sido informados de otras alternativas, algo obligado por la ley pero para lo que no se pide un testimonio escrito. Los detractores del suicidio asistido y la eutanasia frecuentemente se han quejado de la falta de información en la que muchos pacientes se ven obligados a tomar la decisión. Otro dato interesante es que solo en tres casos se ha realizado un informe psicológico o psiquiátrico del paciente, cuando es conocido que la depresión es uno de los factores más influyentes en el suicidio asistido.

Es muy ilustrativo conocer por los propios enfermos prescritos cuáles han sido las razones de su decisión. Los tres motivos más citados tienen que ver con sufrimientos psicológicos: pérdida de autonomía (94%), incapacidad para realizar actividades que hacen la vida disfrutable (90%) y sentimiento de ser una carga para la familia o los cuidadores (63%). En cambio, solo el 33% aduce que no se haya podido controlar el dolor físico o la expectativa de que pueda ocurrir en el futuro, lo que desmiente uno de los argumentos predilectos de los pro-eutanasia: que los cuidados paliativos no logran, por lo general, aliviar el dolor de los enfermos.

También es interesante conocer algunas características de los enfermos que solicitan la dosis letal. El 97% fueron de raza blanca no hispana, muy por encima a la representación de este grupo en la población adulta general. También están sobrerrepresentados los que tienen al menos un grado universitario (48% frente al 28% general) y los divorciados (27% frente al 10% general). En cambio, solo el 43% estaban casados, cuando este porcentaje está en torno al 50% en la población adulta norteamericana.

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